sábado, 19 de enero de 2013

El comienzo


Había pasado un año desde la muerte de su novio. Cada domingo iba a visitarle, y hoy era un día especial, él cumpliría dieciséis años .Fue junto a él, le dejó sus flores preferidas y le dedicó su mejor sonrisa.
Su nombre era Elena, tenía el pelo castaño y los ojos marrones. Era una chica guapa, amable y sobre todo cariñosa. Pero desde la muerte de su novio siempre estaba sola y triste. Aunque sus amigas estaban con ella a cada momento, sentía que tenía el corazón hecho pedazos.
Después de salir del cementerio se marchó hacía su casa, pero por el camino se fijó en un chico que le resultaba conocido, sin recordar que unos días después empezaban las clases. Al llegar ese momento Elena como siempre se levantó tarde; y casi sin tiempo a nada se fue a clase.
Después de que la profesora le echara la bronca por llegar tarde, se sentó en su pupitre de años anteriores. Mientras intentaba concentrarse, miró hacia el pupitre de su novio, que estaba vacío desde hacía un año, y recordó los momentos que pasó junto a él.
El timbre sonó,  la siguiente profesora llegó y les presentó a un nuevo compañero, Eric.
Después de presentarse Eric se sentó al lado de Elena. Entonces ella se acordó que era el chico en el que se había fijado el otro día. Y estaba en el pupitre de su novio. El timbre sonó y las clases acabaron, ellos dos salieron al mismo tiempo y chocaron sin querer en el pasillo. Elena se cayó al suelo y él la ayudo a levantarse. Entonces ella dijo:
- Lo siento mucho, fue mi culpa. No estaba concentrada…  Por cierto te doy la bienvenida.
- No, la culpa fue mía; dijo él.
Después se presentaron, pero ella decidió irse a casa, porque no podía pensar en otra cosa que no fuera lo que había ocurrido hoy en clase. Haber recordado tanto el pasado la hacía sentirse cada vez peor.
Después de llegar a casa, Elena se sentó sobre su cama y se puso a pensar en los meses tan duros que había pasado. Jamás los olvidaría. Jamás saldría con nadie que no fuera su novio, al que tanto amaba. Nadie sería como él, tan atento en cada cosa que ella hacía o decía.
De tanto pensar y recordar se quedó dormida sobre su cama con las lágrimas resbalando por su cara.

Esta vez se despertó con tiempo de prepararse para ir a clase.
Mientras caminaba, alguien la saludó desde un coche negro, pero ella no sabía quién era porque ni siquiera le había visto la cara.
Al estar en clase se dio cuenta de que algo extraño pasaba, sus compañeras estaban más raras que nunca. Todo se debía al chico nuevo, Eric, que entraba en clase como si sólo existiera él y nadie más.
Días después de lo sucedido en clase, ella volvió a llegar tarde a clase. La profesora le hecho la bronca, como casi siempre, pero esta vez además  se había olvidado el libro. Entonces la profesora le dijo que se sentara con su compañero Eric. A regañadientes movió la mesa y la silla hacia él y compartieron el libro.
Eric no hacía más que mirar a la chica, le parecía guapa, y sobre todo había algo que le atraía de ella. No sabía que era, sólo sabía que le gustaba mucho.
Antes de que sonara el timbre, la profesora decidió emparejar a sus alumnos para que hicieran un trabajo. A Eric y a Elena les tocó juntos.
Después de terminar la clase, acordaron que se verían en casa de Eric. Quedaron a las cinco y en ese momento él le explicó cómo llegar hasta allí.
Al llegar a casa, Elena hizo los deberes que tenía, se preparó tan rápido como pudo para no llegar tarde a casa de Eric y salió corriendo.
Al llegar tocó el timbre y una niña pequeña le abrió la puerta. La niña la llevó hasta la sala de la casa, donde estaba él, que le presentó a la niña, su hermana Isabela.
Cuando Isabela se marchó se quedaron solos haciendo el trabajo durante horas. Al finalizarlo, cómo era muy tarde, él la invitó a quedarse a cenar, ya que a sus padres no les importaría. Ella, que había estado muy cómoda toda la tarde aceptó encantada.
Mientras cenaban, los padres de él, hablaban con ella sobre cómo le iba en todo y también hablaron de cosas de Eric, haciéndola sentir muy a gusto en la cena.
Después de cenar, él acompañó a Elena a casa, sin parar de charlar en todo el camino. Hablaron de mil y una cosas de sus vidas, pero sin acercarse demasiado al terreno personal. Mientras hablaban, Elena se dio cuenta de que le gustaba mucho, pero eso no podía ser, ya que ella no amaría a nadie más. Lo había prometido delante de la tumba de su novio.
Pero al llegar a la puerta de su edificio, él la besó y ella se dejó llevar…
No sabía qué estaba haciendo, pero ya no le importaba, en ese momento sólo estaban ellos, se había evaporado el mundo mientras se besaban como si el reloj se hubiese parado. Entonces empezó a llover. Se despidieron y él se marchó a su casa.
Cuando se metió en cama, ella no hacía más que pensar en ese beso y en él. No podía hacer eso, lo había prometido. Se lo había prometido a sí misma  para así no volver a sufrir. Entonces se prometió que mañana hablaría con él y lo arreglaría todo.
Después de ese beso bajo su portal, no sabía qué hacer ni qué pensar. Habían temblado sus cimientos así que decidió olvidarlo, como si nunca hubiese ocurrido, pero era imposible; todavía sentía sus labios en los suyos.  Horas después recibió un mensaje de Eric, decía que la quería más que a nada en el mundo, y aunque la conocía desde hacía poco tiempo, sentía que se conocían desde siempre, por eso le quería decir que la amaba. Elena no sabía qué hacer, y mucho menos después de recibir ese mensaje suyo. Se inventó una excusa para no ir al colegio, pero sus padres no la creyeron y la obligaron a ir.
A la mañana siguiente, al salir hacia el colegio se encontró una rosa en la puerta y supo enseguida que era de Eric. De camino iba repasando en su cabeza lo que le diría, y cada vez que lo hacía recordaba la imagen de ese beso y de lo que había sentido. Le resultaba casi imposible olvidarlo pero cuando llegase la hora estaría lista.
Al llegar, él no estaba en clase, entonces ella se sentó deseando y rezando para que él no viniese, pero se equivocó. Eric llegó y se sentó en su asiento dedicándole una gran sonrisa. No hacía más que mirarlo, aunque claro, sin que él se diese cuenta.
Al rato le pasó una nota en la que decía que la esperaba, después del colegio en un parque que había cerca de su casa a las cinco de la tarde, para hablar de lo que había ocurrido la noche anterior. Ella aceptó. Se estaba volviendo loca, no hacía más que revivir el momento del beso; de lo que había sentido, de lo que no debería haber sentido.
Cuando llegó al parque se sentó en un banco porque él aún no había llegado. Estuvo más de una hora esperando hasta que empezó a preocuparse y decidió ir a su casa. ¿Y si le había pasado algo? Una vez en su casa llamó al timbre. Abrió la puerta la madre de Eric que le contó que estaba en cama, que de repente se había puesto enfermo. La acompañó hasta la habitación de Eric y le pidió si se podía quedar un rato con él mientras ella iba a hacer unos recados. Elena no se negó. Lo encontró  durmiendo en cama, tiritando.  Se acercó a él y se dio cuenta de que estaba sudando y estaba demasiado caliente. Le colocó un paño húmedo en la frente para intentar bajarle la fiebre. Cuando él  se despertó,  se miraron como si nunca se hubieran visto, y como si nadie más existiera en este mundo, solo ellos dos. Justo en ese momento él la beso con la mayor intensidad del mundo. Y estuvieron besándose y abrazándose durante horas.

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